El hatu del agüelu

Vos queremus brindal una letura. Se trata dun poema escritu a primerus del sigru XX n’estremeñu dela Estremaúra Baxa. La composición se llama El jato del agüelo (El hatu del agüelu sigún l’ortografía normá), de Ramírez López-Uría (1886-1933), paisanu de Xerés delos Cavallerus.

Enque el testu está cona escreviúra castillana -pos n’aquellus tiempus no avía una norma propia p’arrayal l’estremeñu- el xerezanu mos regala una leyenda de léssicu i costrucionis puramenti castúas. Vei si no es esti escritu, costumbreru i críticu conas modernuras del tiempu, un güen testimoñu dela palra tradicional delas comarcas del sul d’Estremaúra.

El jato del agüelo

Yo bien sé que no hay nadie, dende jace

qué se yo cuánto tiempo,

que se ponga esta ropa que es asina

com’un jato de viejo bandolero.

Ya s’han dío las moas

de la calzona zul y del pañuelo

liao a la cabeza y de las majas

polainas con sus frecos.

Pero tamién yo sé que no es tan grave

ni tan gordo el defeto;

pos esto senifica que mis gustos

son gustos duraeros

y que a mis moceaes

tengo mu jondo apego.

Por eso yo fi siempre descudiao

y siempre placentero

con estas jechuras, y por eso

me dio tan mala espina

la novia del mi nieto

cuando la vez primera

que me vido en el pueblo

le sirvió de risorio

la ropa del agüelo.

¡La descará! Entavía

tan siquiá que m’acuerdo,

me paece que corre

la jiel por to mi cuelpo.

¿Qué es lo que se pensó? Con este jato

que dende que era mozo llevo puesto

fí siempre a tos los sitios, ande vayan

los que s’arrisquen más, y no consiento

que denguno me puea pol lo noble,

ni denguno me puea pol lo güeno,

ni denguno se gane los riales

con más honrao esjuerzo;

suando en el trabajo tan aina

que s’asoma la luz tras los cerros.

El probe de Celipe,

el probe del mi nieto,

que es un cacho de pan po lo güenazo

consigo me llevó.

-¡Verá usté, agüelo,

qué mocita más maja, qué pimpolla

más fino y peripuesto!

Palra con un palrar tan delegante,

con tantas lindezas y floreos

que engatusa na más que abre la boca,

y mos clava, ascuchándola, en el suelo.

¡Y aluego sabe usar unas maneras

y unos peinaos tan nuevos;

y jace unos pinitos cuando anda,

y tiene tanto garbo en to su cuelpo,

y jace unos visajes cuando mira

durzonamente, agüelo,

que me añúa el gaznate,

apenas me l’ancuentro!

Dambos a dos llegamos a la praza

por el brazo cogíos; el mi nieto

de impaciencia ajogao;

yo precurando parecé sereno.

Enfrente de l’Iglesia estaba ella.

Celipe, guiteando descompuesto,

me l’anseñó, y yo, al tanto de guipala,

tamién me descompuse y sentí drento

asín como esmenzón de un jormiguillo

que m’apretaba el pecho

al pensá que un pimpollo tan garboso

pudiera, arguna vez, dalme bisnietos.

Anque al dí y saludala, al mi muchacho

le temblaba el acento,

endispués se dió traza

pa mostrale al agüelo.

Ella me recorría con los ojos

extrañá de mi jato de otros tiempos;

y de pronto… de pronto yo la vide

que tapaba la cara con el pañuelo

y que esmenzó a reirse d emanera

que me puso de punta tos los niervos

y me trujo a la vista una niblina

que ábate si reondo caigo al suelo.

Pero desimulé, tuvi pacencia

na más que pol mi nietu;

el extraño me jice;

y, aguantando lo mesmo

que s’aguanta debajo de una ancina

el chaparrón mas recio,

dejé que los mozos se palraran

lo que viniera a pelo.

Y endispués, sin icile al mi Celipe

ni una sola palabra atento de esto,

cogíos por el brazo

mos salimos del pueblo.

Solapao y depriesa

se jue pasando el tiempo.

Yo vía que a Celipe, poco a poco,

se le fruncía el ceño.

Estaba turulato;

Estaba como lelo;

Y tenía un desgano del demonche;

y pol ná se enfuscaba a cá momento.

Sin abrir la mi boca

yo la vía sufriendo;

y yo lo devinaba

allá pa mis adrentos.

Por mo del desimulo precuraba

hablale sonriyendo;

pero me recomía de coraje,

namás que con velo,

jasta que al fin un día,

no pudiendo por menos,

estrumpió: -¡La bribona m’ha dejao

sin dengún fundamento,

sin dalme explicaciones,

como se deja un perro!

¿Sab’osté? ¡M’ha dejao,

queriéndola del mó que yo la quiero,

por otra comenencia de más talla

que le salió en el pueblo.

M’ha dejao la endina

sin dengún fundamento;

sin una explicaera;

asina como a un perro!

Oyéndolo me jice el sorprendío;

pero yo lo sabía dende tiempo;

dende el momento y l’hora en que la vide

escondiendo la risa en el pañuelo;

dende la tarde que jizo bulra

de este jato que siempre llevo puesto.

………………………………………

Hoy s’ha casao el mi mozo

con una guapa moza de ojos negros;

de labios como fresas,

de cachetes rosaos como peros;

y la mesma dulzura en toa su cara

que tien los regachos de estos cerros.

La mujer de Celipe

se mira en el mi nieto;

y nunca s’ha bulrao

del jato del agüelo.

2 comentarios sobre “El hatu del agüelu

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